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Imperdible visita a la Villa Navideña


RICHARD ALEGRÍA /(DIARIO OCHO COLUMNAS)


"¡Está bien grande, papi!" exclama asombrado Gibrán Ángelo, que a sus 8 años es la primera vez que llega al parque Joyyo Mayu. Sus dedos señalan hacia un pez enorme de color naranja que asoma en espera de recibir alimento. La estancia de la familia Alegría Guillén fue placentera. Valió la pena el viaje a la Villa Navideña, en Tuxtla Gutiérrez. Usted también puede acudir, faltan 7 días para que concluya este hermoso espectáculo de luces.

Se decidieron de última hora. El padre de familia había visto las noticias desde que se llevara a cabo el encendido de las luces por el alcalde capitalino Carlos Morales Vázquez, sin embargo no habían tenido la oportunidad de acudir a la Villa Navideña, en el parque Joyyo Mayu. Y esta vez se decidieron en un instante.

Los integrantes de la familia se alistaron rápidamente y enfilaron hacia el parque. Estaba por dar las 20:00 horas. Había mucho tráfico y una larga fila de autos esperando para ingresar al lugar, de poniente oriente. La fila no avanzaba, algunos desesperaban y tocaban el claxon. Un hombre vestido con chaleco color naranja daba indicaciones, uno a uno, a cada tripulante de los autos particulares y de transporte público que esperaban para ingresar. La indicación fue "ya no hay lugar".

Así que varios se salieron de la fila y buscaron otra opción. La indicación del empleado fue "pueden ingresar por casa kolping, a la vuelta". Otros prefirieron quedarse en el lugar, esperando a que salieran algunos autos para poder ingresar.

Los que tomaron la opción de dar la vuelta se felicitaron a sí mismos por la sabia decisión: pudieron ingresar rápidamente sin ningún problema y había suficientes espacios. Un acomodador voluntario les asignaba el lugar.

Desde la llegada a Joyyo Mayu les dieron la bienvenida unos vendedores de elotes y el primer contacto con el escenario de luces fue el puente tapizado de luces amarillas, donde decenas de personas se tomaban la foto del recuerdo.

Algunos con toda la familia, otros en pareja y algunos solos, pero mucha gente congregada sobre el puente luminoso.

Muchos vendedores que ofertaban elotes, papas fritas, chicharrones, entre otras botanas, gozaron de la derrama económica, que ha sido significativa con la visita de cientos, miles de personas a este hermoso lugar.

Un payaso que hacía globoflexia y otra persona que hacía pinta caritas, también eran muy concurridos con niñas y niños que se llevaban una espada luminosa.

Un sonido parecido a una sirena se escuchaba a lo lejos. "Es la policía", dijo Gibrán Ángelo, asombrado. No era la policía, era el encargado de llevar el tiempo de quienes contrataban las lanchitas en el lugar. Les indicaba que había terminado el tiempo y debían regresar al embarcadero para dejar las unidades y nuevas familias pudieran subir.

La venta de boletos para el viaje en lancha, se hacía a un lado. Por 50 pesos en cada lancha podían subir desde uno hasta cinco personas. Una familia se subió con seis integrantes, cinco adultos y una menor de edad. "La Princesa" decía en la lancha, pero se acomodaron mal y se estaba inclinando hacia un lado. Estuvo a punto de volcarse. Los tripulantes sonreían mientras los ocupantes de otra lancha les hicieron una broma: "aquí va a ocurrir una desgracia", dijeron. "Vamos a revivir la tragedia del Titanic", agregó otro y empezaron a gritar "¡¿hay alguien aquí con vida?!" y remaban lentamente. "¡Hay alguien aquí con vida!", volvieron a exclamar y todos soltaron la carcajada.


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